La semana pasada todos nos pusimos muy contentos y recibimos con alegría la noticia de la bajada del IVA en la factura del gas del 21% al 5%, algo que supone un pequeño alivio para nuestros bolsillos hasta fin de año.
En estos tres meses nos ahorraremos unos 35 euros, algo absolutamente insuficiente en los tiempos que vivimos y que, por cierto, no son un regalo, porque los pagaremos nosotros mismos con nuestros impuestos, esos con los que están engordando las arcas de Hacienda.
Cada punto del IPC equivale a unos 2.000 millones adicionales en cobro de impuestos sacados de los bolsillos de las familias y empresas españolas.
Sin duda, la inflación está siendo un buen negocio para el gobierno: la Agencia Tributaria ha ingresado 107.009 millones de euros frente a los 90.475 millones que recaudó en 2021. El IRPF crece un 15,8%. El Impuesto sobre Sociedades, en máximos, sube un 10,6%. El IVA aumenta un 22,1%. Los impuestos a la gasolina se disparan un 13,1%.
La inflación está disparada por el impacto de la guerra en Ucrania y la crisis energética y esto está provocando una importante pérdida en el poder adquisitivo de las familias y, al mismo tiempo, y paradójicamente, una relevante mejora de los ingresos públicos.
No puede soplar y sorber a la vez. Es decir, no se puede aumentar la presión fiscal y a la vez decir que la están disminuyendo .
Decía Churchill que ‘una nación que intente prosperar a base de impuestos es como un hombre con los pies en un cubo tratando de levantase tirando del asa’.